La mediación chilena comparada con el resto del mundo

En algunos países como Canadá, Estados Unidos y otros, uno va a los Palacios de Justicia y se encuentra con muchos ciudadanos y pocos abogados. Entre los ciudadanos que encontramos hay médicos, comerciantes, personas que van a reclamar temas de arriendo, un dueño de casa que pide solución a un problema que le generó un constructor, que le construyó en forma deficiente una habitación de su casa, o un constructor reclamando porque no se le ha pagado su trabajo, o sea, nos encontramos con problemas cotidianos de la vida común.

Ahí concurren los ciudadanos patrocinados y no patrocinados con abogados (o sea, concurren a hacer sus reclamos con o sin abogado); allí se le ofrecen a la persona una vasta red de servicios de mediación, de conciliación en alguno casos, de arbitraje en otros y de juicios breves, transparentes y baratos para que los ciudadanos puedan resolver sus problemas. Estos procesos judiciales están dirigidos a todos los ciudadanos, sin importar si son pobres o ricos.

En esos casos la mediación funciona allí de forma muy variada. Existe en dichos Palacios de Justicia un gran equipo de mediadores contratados por el sistema judicial, con distintas especialidades: mediadores para casos de salud pública, para casos comunitarios, penales, escolares, etc. Los vínculos de estos sistemas e mediación con el sistema formal de justicia son muy fuertes y dinámicos. Hay mediación anterior, posterior, seguimiento; durante el proceso de mediación suele suspenderse la mediación para continuarla en otro momento. Hay mediación parcial, total, adicional, hay mediaciones colectivas, laborales, etc.

También existe en esos países la mediación penal, entre víctima e imputado, incluso a veces por homicidio, en cuyo proceso la víctima terminaba conversando con el victimario, habiendo peticiones de perdón por una parte, y otorgando un perdón reparador por la otra parte. Todo esto no suspende el juicio formal ni el cumplimiento de la pena, pero se da en un marco de justicia restaurativa, no meramente retributiva, otorgadora de esperanza y reconciliación del victimario con la sociedad.

La ideología pública detrás de esto es una mirada de un estado que apoya al ciudadano, que se preocupa por su bienestar; este ciudadano es el que mantiene al sistema público con sus impuestos, y es el que con su voto elige a las autoridades, por lo tanto esas autoridades se preocupan del ciudadano, porque si lo atienden bien, finalmente contarán con el apoyo de los ciudadanos.

En los países de américa latina el panorama es bastante diferente: vemos muchos procedimientos judiciales largos, poco transparentes y costosos. En los Tribunales de Justicia de Latinoamerica los que litigan son personas normalmente adineradas, porque son quienes pueden pagar abogados caros, en procesos judiciales largos. En Latinoamérica existe una gran cultura del litigio.

En nuestro país no existe ninguna instancia donde puedan solucionarse temas cotidianos; si un maestro dejó mal pintada una casa, o dejó mal hecha la escalera, no tenemos instancia de mediación fácil y expedita. En general en Chile los ciudadanos no litigan en las cosas cotidianas, en eso existe una especie de impunidad. Excepto algunos casos que están institucionalizados, como los tribunales laborales, y otros para temas muy puntuales; pero por regla general el ciudadano común no tiene acceso a la justicia de las cosas cotidianas, como problemas de mascotas, de cercos, de ruidos hasta tarde, de trabajos mal hechos o mal pagados, etc.

Con el advenimiento de la democracia en Chile, desde hace unos veinte años a la fecha, el estado vio la necesidad de proveer instancias judiciales gratuitas: aparecieron  las Corporaciones de Asistencia Judicial, que lo que hace es proporcionar abogados noveles o estudiantes en práctica, para que vayan finalmente a litigar a los tribunales. Ha sido un avance, sin duda.

Pero lo que vemos en los tribunales no son a los ciudadanos; los tribunales chilenos están repletos de abogados cobrando deudas bancarias a los ciudadanos. Es el sistema financiero instalado en nuestros tribunales.

En segundo lugar, tenemos la mediación. En nuestro país la mediación se desarrolló en un ambiente muy complejo para la propia mediación; al provenir no del sistema judicial sino del ejecutivo, el sistema de mediación  partió con desconfianza. Los primeros mediadores tenían que ir a los tribunales a buscar sus usuarios, convirtiéndose en una especie de vendedores de seguros.

En la actualidad se aprecia un sistema de mediación cuyos centros de mediación son provisorios, incurren en gastos de instalación e infraestructura cuyas especificaciones exigidas no se condicen con los ingresos que obtienen, en unas licitaciones que suelen durar unos tres años. Es un sistema presionado para dar respuestas baratas y rápidas, con poco presupuesto. Esto hace que no haya Palacios de Justicia para los ciudadanos, sino verdaderas ratoneras.

Además existen problemas estructurales entre la mediación y el sistema formal de justicia, muchas veces los jueces no reconocen las actas de mediación, y no reconocen la voluntad de las partes si en algún punto el acuerdo no se ajusta a derecho.

Se evidencia la necesidad de que a estas alturas, la mediación de un paso adelante. Hace 80 años en Chile los que tenían propiedades, los comerciantes, los adinerados, constituían el 10% de la población. El resto de los ciudadanos no participaba de la vida social o económica del país.  Hoy existe una clase media y emergente muy potente en el país y hay que adecuar el sistema de justicia; hay que abrir los Palacios de Justicia a los ciudadanos.

La mediación aparece como la gran herramienta, no la única, para que todos los ciudadanos puedan acceder a la justicia.

Se hace necesario integrar la mediación con el sistema formal de justicia, y darle verdadero reconocimiento, y otorgar más recursos al sistema.

LA MEDIACIÓN CHILENA ¿ES UNA JUSTICIA DE SEGUNDA CLASE?

images (3)Nos preguntamos: ¿Existe hoy una política pública de mediación familiar? ¿Hacia dónde vamos?.

En 1996 se iniciaron en Chile las primeras experiencias de mediación.

¿Qué tenemos hoy?. Hoy tenemos un grupo importante de mediadores, muchas leyes dispersas que hablan a la pasada sobre mediación.

Se echa de menos en las políticas públicas una hoja de ruta que muestre parámetros de adónde queremos llegar.

Las experiencias de mediación en nuestro país, ¿Responden a una politica pública?; ¿Cuál es la articulación del sistema de mediación con el sistema formal de justicia?.

La implementación de la mediación no tiene nada que ver con el discurso público. Se echa de menos una gestión adecuada; la asignación de recursos siempre es incoherente respecto de los discursos, lo que queda en realidad, son los rescoldos. Por eso hoy en día es posible encontrar centros de mediación que son verdaderas ratoneras.

Sin duda es un tema muy sensible. Las decisiones tomaron en cuenta más la cobertura que la calidad, al menos en los comienzos.

Otro factor importante es la especialización de los mediadores. Es necesario que exista asignación de recursos para perfeccionamiento; hoy no se divulga ni se promueve la mediación.

Otro gran problema, que ha convertido a la mediación en una justicia de segunda clase, es el hecho de que la mediación familiar en Chile no forma parte del sistema judicial.

La mediación debe funcionar de forma integrada, articulada con la justicia formal. Hoy la mediación es una justicia de segunda clase, mediadores mal pagados y sobreexplotados en un sistema de incentivos perversos.

Es lamentable que la voz del derecho no se haya pronunciado al respecto.

La legislación debiera ser tal, que cuando opere el mecanismo de la mediación, la justicia formal debiera reconocer el derecho a exigir el cumplimiento de lo acordado, sin tener que ajustarse al sistema formal de justicia, que tiene objetivos muy distintos.

LA MEDIACIÓN SOLA NO FUNCIONA, DEBE ESTAR INTEGRADA EN UN MODELO

El 19 de noviembre del año pasado se realizó en Santiago el seminario “Estado actual de la mediación en Chile”, al que invitó el Colegio de Mediadores de Chile.

Uno de los expositores fue Felipe Viveros, quien expuso el tema “Conflictividad y Cultura Democrática. En su ponencia sostiene que nuestra figura colectiva está modelada por registros de enormes conflictos colectivos: la conquista, la colonización, etc., fenómenos que han dado lugar a elites de poder, con el consiguiente desarrollo de esquemas de autoritarismo, conflictividad y subdesarrollo, ejercidos por el estado, la iglesia, los poderes políticos, por grandes próceres que forjaron la patria.

Por otra parte en todo el mundo hoy vivimos en un medio conflictivo; muchos autores señalan que encima de la creación de la cultura hay grandes crímenes, genocidios, etc.

Nuestro país enfrenta dos grandes demandas: Por un lado, Bolivia, nos tiene demandados ante la Corte Internacional de La Haya, y por otra parte, estamos demandados ante la Corte Internacional de Derechos Humanos por no reconocer los derechos de los pueblos originarios.

Chile ha sido históricamente un país autoritario. Partiendo de nuestro lema nacional, “Por la razón o la fuerza”, cuando debier ser al menos, “Por la fuerza de la razón”.

Recordemos que nuestro país expandió sus fronteras en base a conflictos armados, cuyas consecuencias nos siguen pasando la cuenta hasta hoy.

Si revisamos la historia, estamos plagados de ruidos de sable, golpes militares, cuartelazos, boinazos, tancazos, tacnazos, complots, ejercicios de enlace, matanzas colectivas como las del Seguro Obrero, la de los mineros del norte en la escuela Santa María, matanza de mapuches, etc.

Todos recordamos lo que pasó en Chile desde el año 1973 para adelante.

Revisando la historia, nos encontramos con Ramón Barros Luco (más conocido por el sandiwch que lleva su nombre), fue el principal gestor de la guerra civil contra Balmaceda; él decía que hay 2 tipos de conflictos: el 98% de ellos no tienen solución, y el 2% restante se solucionan solos.

Chequeando los siglos anteriores nos encontramos con las luchas obreras, que si bien hoy no se llaman así, aún persisten. La conflictividad mapuche es un fenómeno imparable.

Por otra parte, nuestra Corte Suprema ha sido signo de un gran autoritarismo; pero hoy al menos reflexiona su quehacer, lo que no hacen otras instituciones.

Seguimos desencantados con un modelo económico liberal que aplasta a los pobres mediante las colusiones (de las farmacias, de los pollos, del papel higiénico, etc.), y también nuestro frente valórico está en decadencia.

Pero en nuestro país ha existido culturalmente la negación del conflicto. Revisando autores como Gabriela Mistral, Guillermo Blanco y muchos otros nos encontramos con la idea subyacente de si podremos convivir juntos o no.

Este autoritarismo está presente en el tema de la mediación en Chile y en quienes lo manejan: el Ministerio de Justicia.

Hoy tenemos un sistema de mediación en el que sólo importan las metas; tenemos un sistema que explota a los mediadores en pos de metas incumplibles; la carga siempre se pone en la sospecha, en los controles, en incentivos perversos.

¿Y qué pasa con las otras mediaciones?

Tenemos que dar un salto, debido al enorme crecimiento de la clase media. Los países desarrollados pasaron por este fenómeno hacia los años 60; nosotros lo estamos viviendo ahora.

Debemos hacer cambios urgentes; debemos abrir los palacios de justicia a todos los ciudadanos. La Corte Suprema, que fue históricamente signo de gran autoritarismo, al menos hoy está reflexionando.

Hoy sabemos que la mediación sola no funciona; debe estar integrada en un modelo.

¿Cómo proyectar ese concenso a los políticos? El gran problema de nuestro país es la enorme fragmentación de los actuales sistemas de mediación: para unos es arbitraje lo que para otros es mediación, dependiendo del tema, si es consumo, familia, salud, penal, comunitario, laboral, etc.

Mediadores de Chile, tenemos una gran tarea por delante.