La corrupción en Latinoamérica juega al ajedrez

Por: Daniel Suchar Zomer. Analista Económico. Profesor Universitario

Lo peor del asunto es que todos en Latinoamérica tienen un compadre, un amigo, un contacto, un conocido o un patrocinio; que convive en el círculo vicioso de la corrupción. Es más, no tener o conocer de este personaje, puede ser hasta nocivo para la vida cotidiana del individuo. 

La peor enfermedad de los latinos no está basada en problemas con los mosquitos. Tampoco se asocia con los cambios de temperaturas que existen a lo largo y ancho del continente. Mucho menos se puede comparar con los problemas de higiene que cada país intenta combatir con sus propios sistemas de salud. Ni siquiera entra en la lista un padecimiento como lesiones deportivas o ataques de caspa, o más bien, dolores de muelas o encías. Lamentablemente, en Latinoamérica se sufre y se vive con una enfermedad aún peor: La corrupción.

El término de la corrupción proviene del latín corruptio y rumpere, que significan “romper en pedazos fuertemente”. Cuando se lleva dicha definición al ámbito de la vida cotidiana, suele asociarse al mal uso del poder (público y/o privado) para conseguir una ventaja ilegitima, que generalmente se realiza de forma secreta y privada.

Posiblemente, el ciudadano común asocie la corrupción a los actos cometidos por sus altos funcionarios del gobierno con los cuales, hubo un enriquecimiento ilícito o inapropiado; pero tampoco dejar ser un acto ilegal aceptar lo que hace el propio ciudadano en su vida cotidiana.

El último movimiento de piezas corruptas que se ha descubierto, es el caso de Odebrecht. Una empresa constructora brasilera que a punta de una chequera bien nutrida, logra repartir US$349 millones en sobornos en Brasil, US$98 millones en Venezuela, US$92 millones en República Dominicana, US$35 millones en Argentina, US$34 millones en Ecuador, US$29 millones en Perú, US$11 millones en Colombia, US$10,5 millones en México y US$8,1 millones en Perú, alcanzando una cifra superior a los US$ 660 millones en los principales mercados de la región.

Para muchos, no es sorpresa que países con tendencia socialista estén en esta lista pues cuando sus mandatarios más emblemáticos (Hugo Chávez, Dilma Rouseff, Cristina Kirshner y Rafael Correa) ejercían su ejercicio político, fue donde se manifiestan dichos casos de corrupción. Pero tampoco se puede dejar atrás que estos escándalos están desboronando la situación mexicana que arrastra problemas de popularidad mientras que los neogranadinos el escándalo llega a frenar la racha positivista que mantiene Santos en su mandato presidencial. Para el caso del Perú, el más buscado es Alejandro Toledo pues hasta su propia red de trampas ha salpicado a otros países como Panamá o Costa Rica.

Pero hay que ir un poco más allá. Dice el refrán que el primer acto de corrupción de un político es aceptar un puesto para el cual no tiene competencias. Basados en esa frase, será cierto que el latino “a pie” se comporta a la perfección como para quejarse de sus gobernantes.

El ranking de corrupción emitido anualmente por la ONG Transparencia Internacional, ubica a 17 naciones latinas, por debajo del número 79. De hecho, 11 países están por debajo de las posiciones 100. Quiere decir, que la región es percibida extremadamente corrupta desde su seno político y por ende, debe tener características que la califiquen de “exclusiva porquería corrupta” a lo largo de la mayoría de las naciones.

Hace unos días, un joven soñador decidió presentarse en unas justas deportivas de invierno etiquetándose a sí mismo como atleta de alto nivel. Los hechos dejan en evidencia que el improvisado deportista no tenía la más mínima idea de la disciplina en la que participó y por ende, una serie de comentarios chistosos con base en lo acontecido. Para ser honestos, el acto también se cataloga de corrupción. Una persona (sin pudor ni respeto a los verdaderos atletas) que logra viajar sin ningún tipo de formación deportiva a un evento de carácter mundial que proviene de un país (Venezuela) donde escasean medicinas, alimentos y empleos; debe estar “enchufado” a alguna ubre política para obtener ese beneficio de conocer Finlandia y por ende, la nieve “por primera vez”.

Pero también hay otros ejemplos de corrupción “blanca” que se pueden señalar. En Costa Rica hubo ciertas irregularidades en depósitos realizados a algunas “vice-personas”, que al ser descubiertas, la posición fue de víctimas y no de agresores. Estas personas se hicieron la vista gorda, y hasta que el escándalo no trascendió las fronteras periodísticas, es que el presidente emitió alguna opinión al respecto.

Por algo siempre se ha dicho, que el idioma español es tan rico que hablando “se entiende la gente”. Y no es por nada, pero cuando las personas viajan de un lugar a otro dentro de la región, saben que las cosas se pueden arreglarse en el idioma castellano… pero de los números y en dólares americanos para evitar problemas de tipo de cambio.

La falta de educación y de cultura en la región, es el meollo de todo este asunto. Por algo se observa que países como Nueva Zelanda, Dinamarca, Suecia, Suiza, Singapur, Holanda o Austria, lideran el ranquin de la poca corrupción. Pero siendo más analíticos y profundos, la educación en estos países está mucho mejor posicionada que en Latinoamérica. Los índices de inversión sobre el Producto Interno Bruto esta direccionado al mejoramiento de su infraestructura y equipos, y no como en la región hispano-parlante, donde el 75% de esa “inversión” se va en salarios para profesores y docentes, dejando muy poco para el beneficio de los alumnos.

Acto seguido, los ciudadanos “adultos” ven como los trámites burocráticos de los países de esta región son tan complicados que generan “empleo subterráneo” a quienes; con poder para agilizar estas diligencias, son dueños del precio que deben de pagar los ciudadanos para conseguir un documento o permiso. Pero lo peor del asunto es que todos en Latinoamérica tienen un compadre, un amigo, un contacto, un conocido o un patrocinio; que convive en el círculo vicioso de la corrupción. Es más, no tener o conocer de este personaje, puede ser hasta nocivo para la vida cotidiana del individuo.

Latinoamérica vive así y pareciera no importarle. Muchos prefieren a gobiernos que “roben pero dejen vivir” a gobiernos que “roben solo para ellos”. Pero en realidad una región no puede colocar sus bases de desarrollo sobre refranes conformistas y que promuevan la corrupción. Este lado del charco debe cambiar el chip y frenar todos estos actos indebidos. En el tablero de ajedrez, las piezas son de diferentes tamaños y con distintas responsabilidades, pero pareciera que en la región, la corrupción disfruta jugando el juego ciencia, pues nadie se escapa de convivir con esta situación.