Llegando a mi casa – luego de una mañana muy movida por mediaciones familiares difíciles- pienso en mi trabajo mientras conduzco mi auto. Manejo alerta a las variaciones y correcciones que demanda cada metro, según las conductas de otros conductores, a las que debo estar atento para coordinar velozmente mi propia distancia y dirección, lanzando mensaje de luces y movimientos que provoca la coordinación de los otros y así la coordinación de coordinaciones de seres anónimos, integrantes de un sistema de tránsito automotor. De repente me doy cuenta que estoy ante una analogía de la mediación
Pienso en en esas parejas que han construido el fracaso desde la coordinación de des-coordinaciones coordinadas y han generado múltiples choques, a través de un proceso de tiempo. Como resultado de ello se han lastimado muchas veces y han victimizado a sus hijos. Un buen día deciden romper el círculo vicioso de pelear los espacios y el poder, “chocando” en el mismo itinerario, como si fuera una película que siempre comienza luego de una reiterada secuencia
Mi trabajo es recibirla en un nuevo espacio, en donde el dolor de pasado y le necesidad del cambio futuro transitan en tiempos reales. Cada uno narra su versión, esto es una forma de significar su posición y proyección en el conflicto.
Si estoy atento a sus historias, con suspensión de mis propias valoraciones, encuentro entre ambos relatos una meta-narrativa que les da coherencia de interacción. y construye un proceso compartido, con distintas responsabilidades.
Entonces le devuelvo una versión ecológica de sus argumentos donde ambos compartes los papeles de víctimas y victimarios
La tarea que nos convoca en la mediación, es formar un equipo para de-construir esas posturas binarias, rescatar la circularidad de un proceso formado por orígenes que devienen en consecuencias y consecuencias que devienen en orígenes, impulsado por los mismos actores a través de conductas que se convierten en reglas.
Cuando la dirección del proceso de mediación y el uso de las herramientas empodera a las partes como protagonistas de un cambio necesario, una línea de tiempo deja al pasado en el plano del duelo y convoca proactivamente hacia el futuro.
Mediar entonces es conducir un proceso de diálogo, restaurando, en lo posible, los vínculos necesarios para el futuro de actores interdependientes, respetando la ecología de sus historias y rescatando los mejores hilos de una nueva trama narrativa.
(Tomado de “Redes Alternativas”, sitio de mediadores argentinos. Con gran orgullo, el Dr. Antonio Tula fue mi profesor en mi curso de Magíster de Mediación de la UAC).