LA INTOLERANCIA DESCAFEINADA

Estimados lectores: Hay quienes se las dan de tolerantes, y toleran sólo lo que a ellos les agrada. Se podría decir que practican una "intolerancia descafeinada". A todos ellos va dedicado con afecto este artículo, extractado de fuentes que cito al final.

La tolerancia es un valor, y como cualquier otro valor, debe ser buscado y cultivado, no lo recibimos en los genes, lo tenemos que construir; como la aceptación de lo diferente, la promoción de lo inferior, la solidaridad con la necesidad ajena. Nada de todo ello nos viene hecho, y si bien es estupendo que sepamos darnos cuénta dónde no lo están representando bien, aún mejor es que cada uno de nosotros los construyamos. Cada uno primero en sí mismo, de allí expandirlo a lo que lo rodea, de allí a los que, como onda, entran en contacto con lo que nos rodea, y de allí, quién sabe, tal vez la generación siguiente reciba de regalo un mundo un miligramo más tolerante, abierto y solidario, como nosotros hemos recibido un mundo un poco más tolerante, abierto y solidario (aunque no necesariamente mejor en otros aspectos) que el de hace tres o cuatro siglos, y que nos jactamos como si fuera un logro propio, cuando posiblemente se debe a un trabajo que otros hicieron y que nosotros no estamos haciendo. Es una tarea continuada y larguísima, posiblemente interminable, porque de lo que se trata es de domesticar eso que somos nosotros mismos, no al papa éste o aquél, no al rabino éste o aquel, no al científico éste o aquél, sino a cada hombre, de cualquier extracción, de cualquier ideología, de cualquier creencia o falta de ella. La tolerancia es un valor faltante en todos los hombres, y una tarea a construir también en cada uno.

Vivimos en una época en la que afirmar que el matrimonio es únicamente entre un hombre y una mujer es retrógrado y que pensar así te hace intolerante u homofóbico. También estamos en esa época de la “liberalización” de la mujer, donde la idea de ser madre a tiempo completo es signo de debilidad, utilizar métodos de planificación natural es algo anticuado y  defender la vida desde la concepción es ilusorio.

Quiero decirles que todavía habemos muchos jóvenes que pensamos distinto aunque el mundo crea que estamos en extinción, sin embargo en nombre de la “tolerancia” han callado nuestra voz y nos han hecho creer que nuestras ideas ya no tienen lugar en el mundo actual. Ryan T. Anderson de Heritage Foundation y co-autor de “What is Marriage?” decía en una conferencia que actualmente en Estados Unidos si eres un abogado de una firma legal muy grande o estudiante de una prestigiosa universidad, es más difícil declararte como un conservador cristiano que declararte gay, lesbiana o transexual. También decía que hace más de diez años cuando el era más joven y estudiaba en Princeton era más difícil decir que estabas en contra de matrimonio homosexual, que decir que estabas a favor.
Tolerancia intolerante

Para ilustrar el tema de la tolerancia, elegí una de las imágenes iniciales de El Sacrificio, de Tarkovski, ya que precisamente una de las cuestiones que trata allí es que la perseverancia en regar el árbol seco, contra viento y marea, quizás produzca un efecto inesperado, y surja algún brote: con tantos siglos que el ser humano se viene planteando el problema de la tolerancia, tal vez en algún momento lleguemos a serlo un poco de verdad, no sólo reclamando tolerancia hacia nosotros, sino siendo capaces ante todo de brindarla a los demás.

En nombre de la tolerancia se ha discriminado la libertad de conciencia, atacándonos y criticándonos de “intolerantes” porque no creemos lo mismo que los demás. He visto videos en donde feministas escupen, insultan y agreden a los templos católicos, he vivido en carne propia la manera en que agrupaciones amenazan y gritan en reuniones de organismos internacionales cuando alguien habla en contra del aborto, también he vivido como catedráticos de la universidad te hacen de menos por ser “conservadora” invalidando tus opiniones frente a tus demás compañeros, además también he observado peleas en redes sociales y no faltan las discusiones familiares y entre amigos con estos temas.

​Soy partidaria de la libertad de opinión y eso mismo me lleva a pensar que debemos aprender a escuchar los diferentes puntos de vista y aprender a dialogar porque jamás vamos a encontrar a alguien que piense exactamente igual que nosotros. Pero porque no hemos aprendido a dialogar y porque se ha mal utilizado el término “tolerancia” ahora a los jóvenes nos da miedo hablar, pensar y actuar de una manera diferente.

Y es que puede ser que una debilidad nuestra ha sido la falta de propuestas positivas en un mundo tan negativo como este. Nos ha faltado mostrar la belleza del matrimonio, la alegría de la castidad, lo maravilloso de la vida, lo positivo de una familia unida. Por eso desde ahora, nosotros los jóvenes, debemos cambiar nuestra estrategia y convertir a esta sociedad una sociedad a favor de la verdad,  la libertad, la vida y familia. Empoderar a los jóvenes para que busquen trascendencia en sus acciones para el bien propio y del prójimo y así podamos verdaderamente establecer una civilización que busca la verdad, la justicia y la paz.

Fuentes: Extractado de artículos publicados por los siguientes autores:
Mónica Marín, Guatemala: http://www.lafamiliaimporta.orgAbel de la Costa, España: https://www.taringa.net